4/2/09

Bravo, toro


He leído, ahora sí, con detenimiento y respeto el post de un compañero sobre la fiesta de los toros y la polémica que se ha suscitado al parecer entre algunos alumnos del centro, taurófilos unos y taurófobos los otros. Algunas de sus argumentaciones puedo compartirlas pero no otras. Creo que todas las posturas son respetables y cada uno puede defender la suya con argumentos y sin menospreciar al discrepante. Pero dicho ésto, y sin entrar por el momento en cuestiones de tipo anatómico-fisiológico acerca de si el animal sufre o no sufre tanto como se dice, o en los aspectos rituales y artísticos inherentes a una corrida de toros, o en otras connotaciones sociopolíticas como confundir el toreo con el españolismo (lo hacen algunos grupos), si me gustaría romper una lanza por la fiesta (me da miedo llamarla nacional por si alguien se ofende, pero desde luego de donde no es propia es de Burkina Faso). Pero sobre todo quiero romperla por el toro y lo que simboliza.

La relación entre toro y hombre se remonta en el mundo ibérico, y en el mediterráneo en general, según los expertos al Neolítico, etapa donde el uro (Bos taurus primigenius), antepasado del actual bóvido, comenzó a ser utilizado como fuente de materias primas. Desde aquellos tiempos pretéritos en los que empezó su domesticación surgiría una estrecha relación que se prolongaría en el tiempo hasta nuestros días. Incluso ha llegado a ser utilizado como patrón de cambio premonetal hasta el siglo XVIII, pues su costosa crianza lo hacía símbolo de riqueza y rango social. Aquel antepasado salvaje no tuvo tanta suerte como el toro de lidia actual y la desaparición de sus territorios junto con la presión cinegética provocaron su extinción en Europa allá por el siglo XVII. Es posible que a su pariente doméstico le hubiera ocurrido lo mismo de no haber sido criado en cautividad. De hecho el nuestro es el único país de Europa, junto con Portugal y el sur de Francia, donde existe el toro bravo.

El origen de las actuales corridas de toros bien pudiera estar en las antiguas técnicas venatorias practicadas en etapas preagrícolas por distintas civilizaciones mediterráneas y consistentes en sujetarlo de cuerpo y patas, esquivarlo con quiebros, etc. Tito Bustillo (Asturias), Altamira (Santander), Alpera y Minateda (Albacete), Castellón, Teruel, y otros abrigos levantinos guardan desde el Paleolítico testimonios rupestres de la fascinación que el hombre ha sentido por este animal. El asombro ante la bravura y belleza de este animal pudo ser el origen de su utilización como elemento lúdico-religioso y motivo de divertimento previo a su sacrificio. Muchos pueblos mediterráneos (cretenses, ibéricos...) lo utilizaron en ceremonias y rituales religiosas, como ofrenda, sacrificio o en juegos taurinos, como griegos y romanos. En otras culturas era adorado como una deidad de alto rango. Ahí tenemos a Apis, o a Zeus a menudo representado como un toro, al minotauro...

La primera cita de un festejo taurino en nuestro país se remonta al 815 en León, y la de una ganadería aparece en el siglo XV. Parece que la pervivencia durante la Edad Media del toro en nuestras tierras está directamente relacionada con nuestra historia, pues las grandes franjas de "tierra de nadie" que separaban los reinos cristianos de los territorios musulmanes, así como las heredades y posesiones de la nobleza surgida de la constitución del reino de España permitieron a las vacadas vivir libres en esos territorios.

Pero sobre las poblaciones de toro bravo se ha venido ejerciendo una importante presión, y no precisamente por parte de los toreros que se enfrentan a ellos en las plazas. La transformación del territorio forestal en suelo agrícola debido a la necesidad de producir alimentos ha sido una de las causas que ha provocado la reducción de la cabaña brava al reducir su espacio vital. Al igual que grandes extensiones de bosque mediterráneo, muchos dominios ganaderos se roturaron para poder ser cultivados. Por otro lado la Desamortización de Mendizábal hizo que parte de la cabaña ganadera en manos de la Iglesia pasara a los particulares, reduciéndose la mayoría de ellas con el objeto de utilizar el suelo en otros menesteres. Hoy en día el toro bravo (las ganaderías) se extiende en su mayoría por zonas infrautilizadas o de sierra. Hay quien va más allá y argumenta que sin la presencia del ganado bravo en nuestro territorio gran parte de él estaría próximo a convertirse en un desierto. Los espacios donde pace este animal, por lo general bien conservados, encierran una gran biodiversidad de flora y fauna, siendo refugio de numerosas especies. Parece por tanto que muchos ecosistemas ibéricos (la dehesa, por ejemplo) o de otros pagos le deben mucho a este bóvido y, por ende, a la fiesta. Por otro lado el toro de lidia es hoy día un animal que vive libre en su medio natural pero al mismo tiempo no es un animal salvaje, por cuanto su situación genética y poblacional viene siendo controlada desde antaño. No sé hasta qué punto sería conveniente para el toro, tal como están las cosas, abrirle las puertas del coso y que se vaya a pastar por su cuenta al campo. Pudiera sucederle lo mismo que a otras especies en peligro de desaparición como el lince ibérico, el oso o el lobo.

En fin, que el toro fue y sigue siendo, a pesar del tiempo transcurrido, un animal emblemático en muchos lugares del mundo mediterráneo. Pervivencias de su simbolismo y significado se hallan en una gran variedad de usos y costumbres cuyo ejemplo más cercano es la Península Ibérica.

Cuestión para un próximo debate: ¿Es preferible vivir a cuerpo de rey para morir en una plaza, con la posibilidad de ser indultado o llevarte por delante a tu verdugo, o vivir estabulado varios meses para terminar en un matadero después de un agónico viaje en camión donde muchos de tus congéneres fenecerán asfixiados? Se sigue comparando a las corridas de toros con una tortura o sacrificio ritual que termina con la muerte del astado, pero no es así. El toro es un alimento y tras la lidia se despieza para venderse en el mercado de turno. Recordemos que el ser humano como depredador que es, no olvidemos que está en la cima de la pirámide trófica, mata para alimentarse centenares de miles de animales domésticos al día, pero al único que le da la oportunidad de morir peleando es al toro.

Otrosí digo: precisamente en esta época del año, en numerosos pueblos de nuestra geografía, se realiza otro sacrificio ritual: la matanza del gorrino. ¿Alguien ha visto alguna vez como al cerdo que -salvo el de San Antón en La Alberca- ha vivido toda su vida encerrado y entre la mugre de la pocilga, lo cogen con un garfio del morro y sin dejar de batirse y chillar (sus gritos se oyen en la distancia) lo levantan entre varios hombres hasta una mesa en la que el matarife le clava en el cuello un cuchillo que hace que se desangre lentamente (minutos que se le deben hacer eternos al pobre animal, si tuviera conciencia) hasta que muere finalmente de chock hipovolémico. ¿No estaría el cerdo mejor en el campo, libre, retozando con su primo el jabalí? Ahora, qué buenas que están las morcillas, y los chorizos, y el jamón, y la longaniza, y el salchichón, y el chusmarro, y la butifarra, y el lomo de orza, y...






Documentación e ilustraciones:

  • La Revista. Magazine del El Mundo (de donde he tomado prestado el título del artículo).
  • SIMBOLISMO DEL TORO EN LAS CULTURAS DEL MEDITERRÁNEO ANTIGUO. Dra. Dª Cristina DELGADO LINACERO. Laboratorio de Arqueozoología.Universidad Autónoma de Madrid.

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