12/2/09

La ciencia no se opone a la fe

2 comentarios:

Francisco M. dijo...

Desde luego el decorado del plató da miedo pero, por lo que he leído al respecto, el sacerdote lleva parte de razón en su alegato final acerca de Galileo (y no quiero abrir con esto otro frente de debate). Sin discutirle al astrónomo pisano la importancia y validez que hoy día tienen sus innumerables aportaciones al conocimiento científico (telescopio, montañas lunares, satélites de Júpiter, fases de venus, manchas solares, etc.) también cometió errores que intentó hacer pasar por hechos ciertos sin demostrarlos como que las mareas se debían al movimiento de la Tierra o que los cometas eran ilusiones ópticas cuando hasta los astrónomos jesuítas decían que eran objetos reales. Y además, llevara o no razón, su testarudez -al igual que la de algunos de hoy en día- y el desdén con el que trataba tanto a sus adversarios como a sus protectores le granjeó numerosos enemigos, entre ellos al inquisidor Belarmino que lo único que le pidió, al fin y al cabo, fue una prueba de la rotación de nuestro planeta. Qué curioso, en ese primer juicio a Galileo el astónomo era quien tenía FE en sus teorías y Belarmino pedía PRUEBAS, fascinante cambio de papeles. Porque la ciencia es eso, razón y pruebas ¿no?. Galileo no aportó dichas pruebas (aunque sepamos hoy que estaba en lo cierto) entre otras cosas porque eso no era fácil de demostrar, y de hecho no se demostró hasta dos siglos más tarde con Foucault y su péndulo, según creo. Pero a lo que voy, Galileo jugaba con ventaja (como Blaise Pascal). Fue el protegido de los Duques de Toscana (los poderosos Medicis) y amigísimo del cardenal Barberini, futuro papa Urbano VIII (hasta le compuso un poema el cardenal al astrónomo, fíjate tú). No es de extrañar pues, dadas las amistades de Galileo, que no se conformara con establecer hipótesis sobre el funcionamiento del sistema solar y otras relevantes cuestiones sino que quiso ejercer de teólogo, atreviéndose a discutir y reinterpretar el libro santo de la Iglesia ¿Lo hizó porque sabía que tenía las espaldas cubiertas? En otro proceso lo condenaron a prisión después de abjurar de sus teorías, aunque enseguida fue conmutada la pena. Según la famosa enciclopedia de internet finalmente la condena fue esta: la obligación de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales, durante el plazo de tres años, más la de no alejarse demasiado de su lujosa villa en Arcetri, pena esta última que fue levantada enseguida.
P.D. Giordano Bruno no tuvo tanta suerte (o amigos tan influyentes).

Antonio Andújar Tomás dijo...

Lo que cuentas son, sin duda, historias habituales de la santa iglesia, historias que se repiten en la actualidad (pero sin el dominio del fuego ni el poder de la espada sotanera).

Tiene gracia que el paranoico Berlamino pidiera pruebas.

Yo sé de fuente fiable que cuando a Galileo se le solicitó la prueba del giro gaiaico, miró a los ojos al artillo de los herejes y con ironía y el buen humor, propio de un hombre satisfecho en lo sexual, le contestó que estaba dispuesto a hacerlo, pero despues de que el Pontífice Máximo le mostrara algún alivio sobre el misterio que siempre le tuvo perplejo: la Santísima Trinidad. Como el Papa se negó a hablar de columbicultura, Galileo mantuvo en secreto su prueba pendular y se fue contento pero recién jodido en busca de Urano.

Por otro lado he echado en falta que no utilices el caso de Copérnico, como hace el palo-cura, para justificar el fin de Galileo ¿Por qué?