8/2/09

Calle de los Hipócritas


¿Que opináis de esta historia?


El cardenal y presidente del Consejo Pontificio para los agentes sanitarios, el mexicano Javier Lozano Barragan, ha pedido frenar "esa mano asesina" que suspenderá la alimentación artificial a Eluana Englaro.


El cardenal, que ya se ha pronunciado sobre el caso Englaro en numerosas ocasiones, ha reiterado que "interrumpir la alimentación y la hidratación equivaldría a un abominable asesinato y así lo proclamará siempre la Iglesia en voz alta".
Un grupo de manifestantes contra la eutanasia han tratado de impedir que la ambulancia se llevara a Eulana a gritos de "Eluana está viva" y "No matarás".



Por otro lado en un medio de comunicación de Hellín el pasado sábado un sacerdote insinuaba que la familia de Eluana no quería cuidarla, qué sabra éste individuo del sentimiento de un padre ante una hija enferma, y que esa labor la podían hacer unas piadosas monjitas.


¿Cómo es posible tanta miseria enmascarada de bondad?


3 comentarios:

isabélica dijo...

Sinceramente, a mí no me sorprende nada, pues desde su aparición la iglesia siempre se ha cimentado sobre la más cínica de las hipocresías.
Si hubiera apoyado esa muerte digna, que es lo único que piden esos familiares, estaríamos hablando de otra iglesia o, simplemente, de otro planeta

Francisco M. dijo...

Queridos amigos, me parece que os quedáis en lo superficial. El tema tiene más calado del que pueda parecer y no creo que haya que meter por medio ni a curas ni a dioses. Cada uno puede opinar lo que quiera y el clero en este caso aplica su doctrina, como lo hizo el juez italiano que dictó sentencia aplicando la norma jurídica. Pero el debate es otro, el debate es ético.

El pasado sábado el periódico ABC publicaba el siguiente editorial al respecto:

"Si, finalmente, el decreto aprobado por vía de urgencia por el Gobierno de Silvio Berlusconi no entra en vigor, Eluana Englaro no se va a morir. La van a matar. La realidad indiscutible es que Eluana está viva, sus órganos vitales siguen funcionando, pero desde hace diecisiete años está en coma por un accidente. No es una enferma terminal, ni está sometida a un encarnizamiento terapéutico, ni su vida depende de estar conectada a una máquina extracorpórea. Por eso su muerte se va a producir por el simple procedimiento de retirarle la comida y el agua que se le administra por una vía. Así moriría cualquier ser humano vivo que no pueda comer por sí mismo, no sólo Eluana. Especialmente cualquier hombre o mujer que sufra una enfermedad neurodegenerativa, que lo prive de habilidad, discernimiento o voluntad, porque para no ser consciente de uno mismo o para depender completamente de los cuidados de otras personas no hace falta entrar en coma. Hay varias enfermedades que producen un estado de anulación similar al vegetativo que padece Eluana. La muerte de esta joven no va a poner fin a su sufrimiento, sino al de sus familiares y, por muy doloroso que sea este sufrimiento -que lo es y hasta extremos seguramente inimaginables-, moralmente no está justificado que se alivie con la terminación de una vida ajena. Como sucediera con Terry Schiavo, la solidaridad se mueve más hacia los familiares y no hacia quien va a ser víctima de decisiones que otros toman por ella.

El mensaje de que hay vidas prescindibles en cuanto se convierten en una carga gravosa para los demás o en nulas intelectualmente por una enfermedad o un trauma neuronal encierra un terrible peligro de expansión. Hoy es una joven en coma, pero mañana puede ser un enfermo de Alzheimer o de otro padecimiento equivalente. Si lo que importa es ahorrar sufrimientos, la muerte como solución no tiene límites. Ahora bien, esconder estas decisiones letales en la supuesta dignidad que merece el enfermo es un sarcasmo, porque la dignidad a la que se apela en estas muertes dolosas es la que deciden quienes las promueven, no quien pierde su vida.
La polémica política y judicial que se ha suscitado en Italia es un problema menor en rango al de carácter ético, pero también es importante, porque estas muertes provocadas acaban definiendo el tipo de sociedad en el que vivimos. No debería resultar extraño que lo que objetivamente es un homicidio -como el que se va a perpetrar contra Eluana- provoque la repulsa de amplios sectores de la sociedad y haya merecido una reacción en contra del Gobierno italiano. Cualquier discurso legal o judicial que acabe avalando el lento proceso de inanición y deshidratación de Eluana -método homicida que haría clamar a la opinión pública mundial si se aplicara a un reo de muerte- será un precedente que ampare otras decisiones similares para casos no tan extremos como el de esta joven italiana, pero es escalón a escalón como en la historia se ha llegado a consentir atroces episodios de devaluación de la vida humana. Estos casos -Eluana Englaro, Terry Schiavo, pero también el aborto legal de seres concebidos con síndrome de down, por ejemplo- no son ya excepciones, sino síntomas de la orientación utilitarista de las sociedades modernas, cada más intolerantes al sufrimiento, la enfermedad y el dolor, y toda una advertencia de a dónde puede conducir la pérdida de valores morales."

Entresaco algunas ideas del texto: ¿vamos hacia una sociedad utilitarista? ¿haremos lo mismo con determinados enfermos mentales, o de otro tipo, que no pueden valerse por ellos mismos? ¿impediremos el nacimiento de fetos con determinadas taras? Mientras escribo esto he escuchado en la radio la noticia del fallecimiento de la chica italiana. Yo creo que este tema, como dije al principio, es para reflexionar y huir de prejuicios y frases hechas.

Este blog surgió a raíz de si la investigación con células madre embrionarias implica la destrucción o no de una vida humana. Ese es otro debate ético que me sugiere una pregunta: ¿nos encaminamos hacia el Mundo Feliz de Huxley, sin dolor ni sufrimiento, en el que se puede manipular la vida humana y disponer sobre la vida y la muerte?

Antonio Andújar Tomás dijo...

Estimado Francisco, seré “breve” comentando tu escrito:

La iglesia, o quizás mejor las iglesias, pueden aplicarse su doctrina si así les parece, pero no tienen ningún derecho a aplicársela a los demás, a los que, afortunadamente, estamos fuera del redil. No tiene autoridad moral, no tienen nada.

¿Qué te parecería si el carismático líder iraní ayatollah Alí Khamenei intentara tomar decisiones sobre cómo debes vivir tú y las personas que te rodean? Es sólo una cuestión geográfica, unos centenares de km hacia el sur.

Antes de conocer tu respuesta te indico que me preocupa lo mismo la opinión del líder musulmán que la del “pálido aleman” o el cardenal mejicano. Por cierto en algunas ciudades mejicanas este clérigo tiene mucho trabajo si quiere salvar la vida de muchas mujeres jóvenes. También podríamos buscarle faena al germano.

Con respecto a la autoridad civil, Berlusconi, debe respetar las leyes que el pueblo se ha dado y no cambiarlas según sopla el viento en el Vaticano. Creo que no estarás de acuerdo con los líderes políticos que intentan que las leyes obliguen a todos los ciudadanos a vivir según su modelo religioso, por muy extendido que este modelo esté en un país. Podemos buscar ejemplos en Irán con el apreciado líder Mahmud Ahmadineyad o en el lejano Afganistán. ¿Qué te parece que líderes políticos musulmanes elegidos democráticamente sometan a todos sus ciudadanos a sus dementes visiones teológicas?

Todo esto no ocurriría si los sentimientos religiosos de las personas quedaran en el ámbito privado de cada persona y si no se pretendiera legislar con los libros sagrados en la mano.

Creo que la única finalidad de las normas que una sociedad debe darse para su funcionamiento son aquéllas que van dirigidas a conseguir una vida digna para todos, y entre estas normas deben estar aquéllas que nos permitan elegir una salida digna a este proceso llamado vida, es decir tenemos derecho a elegir el modo en que queremos salir de este mundo. No puedo admitir que ningún clérigo tenga nada que decir sobre cómo debe ser el final de mis días, del mismo modo que yo no tengo nada que decir sobre en qué consume el sus días y cuánta dosis de miseria y dolor quiere para su final.

Con respecto al artículo de ABC me parece pleno de miseria, al igual que el que leí firmado por el sacerdote ¿Cómo es posible que alguien pueda afirmar, sin rubor, que lo que guiaba la conducta del padre de la mujer italiana era su comodidad y la de su familia? ¿Por qué lo dicen’?

Mira Francisco, creo que a toda esta gente vociferante no le preocupaba mucho la vida de Eluana, no creo que este fuera el caso más alarmante de respeto a la “sagrada” vida que se estaba produciendo en Italia en ese momento. A esta gente les da miedo la libertad de las personas, les asusta que tú y yo podamos decidir sobre que hacemos con nuestra vida y cómo queremos que sea nuestra muerte. No están acostumbrados a la libertad.

Ahora para contrarrestar tu demagogia y la del ABC un poco de demagogia propia:

No oigo tanto vocerío que se preocupe por las inmigrantes que llegan desesperadas a Italia y a las que Berlusconi acosa con normativas inhumanas, ni tampoco conozco tan indignante preocupación en los editorialistas de ABC por el futuro de las mujeres africanas que intentarán llegar a Europa en los próximos tiempos.

No sé si el clérigo mejicano ha bramado contra los asesinos responsables de esta miseria. Sí sé que el pálido alemán se ha quejado desde la soleada ventana del destino de Eluana, pero creo que ha gastado más palabras e este caso que en maldecir la miserable vida de la niña gitana ahogada en una playa italiana hace pocos meses.

No conozco la colaboración del Vaticano y Berlusconi con las ONGs que tiene entre sus objetivos la abolición de la pena de muerte de hombres y mujeres (incluidos niños, dementes y deficientes psíquicos) en diferentes países del mundo. Recuerda: “No matarás”.

Todas esas historias sobre la eliminación de niños con anomalías, enfermos dementes, etc. Son sólo eso, historias, que debéis sacar a la palestra cuando alguien las proponga.

No olvides que Eluana pidió antes de su accidente, al conocer una experiencia próxima, que no quería vivir en el estado en el que luego ella misma se encontró. Eso es lo que dice su padre ¿Tú tampoco le crees? ¿Por qué no respetar la voluntad de Eluana? ¿Qué harías tú en el lugar del padre? ¿Qué haría yo? ¿Haría caso a mi hija o tendría en cuenta los prejuicios religiosos de un señor que todavía lleva el disfraz de la miseria de siglos pasados?

El pontífice máximo, en su delirio, les pedía a los padres que confiaran en la cura milagrosa. Francisco, Dios de nuevo ha estado ausente.

Con respecto al necesario sufrimiento, al dolor de la enfermedad, al respeto a la terrible agonía, te recuerdo que hasta hace no mucho se decía en los rincones del Vaticano: “parirás a tus hijos con dolor” o algo así. Todo es una puta locura.