1/2/09

¿Es más fuerte el instinto que la razón?



Cuentan que Charles Darwin, persona tímida y nada romántica, a la vuelta de su viaje en el Beagle alrededor del mundo decidió que era hora de casarse.

Pero como la idea no le hacía demasiada gracia, como buen científico, trazó dos columnas donde escribió razones para casarse y razones para no casarse.

No le costo nada llenar la segunda columna ya que no tendría tiempo para ir al club de caballeros, para leer, viajar en globo, aprender francés, ir a America etcétera, además tendría que aguantar a los familiares de su esposa.

En la columna de los beneficios escribió que tener esposa era mejor que tener un perro por los encantos de la frívola conversación femenina y de la música.

Con lo que no contaba Darwin es que hace un millón de años aproximadamente, en los homínidos se había estado seleccionando un tipo de conducta que lleva a las hembras a seleccionar a los machos en función de su apariencia y compromiso en sacar adelante a los hijos y a los machos en emparejarse para evitar gastar energía en criar hijos ajenos. Todo esto para sacar adelante a bebes que nacen muy inmaduros para que pueda pasar la enorme cabeza por el canal del parto. Esta conducta es el amor por supuesto.

Unos meses más tarde Darwin se enamoró locamente de su prima Emma Wedgwood, no dormía y estaba desesperado por casarse con ella, tras lo cual tuvo diez hijos y dejó su vida de viajes y libertad. Su mujer de fuertes convicciones religiosas nuca creyó en aquello que decía su marido sobre la evolución.

Poco antes de casarse Darwin escribió en su diario “Qué pasa por la cabeza de un hombre cuando se enamora es un sentimiento ciego”.

Yo creo que sospechaba que había sido victima de su propia teoría de la evolución.

4 comentarios:

Antonio Andújar Tomás dijo...

Bienvenido Blas, ya era hora que alguien diferente a monolibro y polilibros se uniera a la paranoia pública.

Es evidente que Darwin era humano y al menos se equivocó una vez. Pero en los genes se escribe derecho con renglones torcidos (Franmuje, perdona esta apropiación indebida).

Francisco M. dijo...

Ahora va a resultar que el "infalible" Darwin también se equivocaba. Pues ¿a ver si resulta que también se equivocó en esto de la selección natural y la lucha por la supervivencia como únicos mecanismos evolutivos? ¡Ojo! que no digo que se equivocara en el hecho mismo de la evolución. Yo no apoyo el creacionismo. Lo que sí discuto en este foro (entre otras cosas porque si todos estuviéramos del mismo lado ésto sería muy aburrido)son los postulados darwinianos.

Por cierto, como bien apostilla monolibro, Dios escribe derecho con renglones torcidos (como ya escribiera D. Torcuato)por eso os dejo una fábula-cuento que he encontrado en la red:

"Cuenta una antigua Leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien cuidaba una ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.

Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodilló ante la cruz y dijo:

"Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz."

Y se quedó fijo con la mirada puesta en la efigie, como esperando la respuesta. El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:

"Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición."

"¿Cuál, Señor?, - preguntó con acento suplicante Haakon. ¿Es una condición difícil? ¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!"- respondió él viejo ermitaño.

"Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar silencio siempre."

Haakon contestó: "Os, lo prometo, Señor!" Y se efectuó el cambio.

Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.

Pero un día, llegó un rico, después de haber orado, dejó allí olvidada su cartera. Haakon lo vio y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.

Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado.
El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:

¡Dame la bolsa que me has robado!.

El joven sorprendido, replicó: ¡No he robado ninguna bolsa!.

¡No mientas, devuélvemela enseguida!.

¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa!, afirmó el muchacho.

El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte:

¡Detente!

El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación. Éste quedó anonadado, y salió de la ermita.
El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje.

Cuando la Ermita quedó a solas, Cristo Se dirigió a su siervo y le dijo:

"Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio."

"Señor, - dijo Haakon - , ¿Cómo iba a permitir esa injusticia?"

Se cambiaron los puestos. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz.
El Señor, siguió hablando: "Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabías nada.
Yo sí se. Por eso callo."

Y el Señor nuevamente guardó silencio."

Bienvenido a GAIA, Blas.

Antonio Andújar Tomás dijo...

Jodiendo Franmuje, un cuento muy bonito pero demoledor ¿para quién?

Francisco M. dijo...

Pues no sé. Debe ser la melancolía que me invade esta fría y lluviosa tarde dominical y, sobre todo, las horas que llevo frente a la computadora.